domingo, 15 de enero de 2012

Coimbra


No hemos tenido la oportunidad de repetir una visita a Coimbra, pero el recuerdo que tenemos de esa ciudad es muy bueno. Era finales de verano cuando estuvimos, así que gozamos de un tiempo fantástico para hacer turismo.  Dejamos el coche en la parte de abajo, junto al río Mondego para ascender hasta lo alto de la ciudad con las bicicletas. Durante trayecto intentaba contemplar los edificios a la vez que hacía lo posible para no caer de la bici, pues las calles son muy empinadas y algunas con adoquín, lo que dificulta el ascenso. Intenté no poner el pie en el suelo en ningún momento, pero fue inevitable, en los últimos metros de la cuesta que nos llevaban hasta la plaza de la Universidad tuve que apearme de la bicicleta y subir con ella al lado.

Con las bicis aparcadas dimos un paseo por los pasillos y el claustro de aquel viejo e histórico edificio, es la primera universidad del país. A nosotros nos pareció el escenario perfecto para rodar escenas de terror. A pesar de las obras en la plaza aún pudimos asomarnos un poco para contemplar las fabulosas vistas desde ahí arriba.

De ahí bajamos hasta el Jardín Botánico, en el que estaban haciendo un reportaje fotográfico de una boda, quizás una de las bodas más horteras de los últimos tiempos. ¡Vaya modelitos! Pasamos de largo y acabamos en la parte de abajo del jardín, rodeados de árboles altísimos y plantas preciosas. Mientras paseábamos se nos acercó un amable hombre de seguridad que nos recomendó candar las bicicletas y dar el paseo por el jardín sin las bicis arrastras. Al darse cuenta que éramos españoles nos contó un poco su vida, nos preguntó por la nuestra y mantuvimos una conversación muy amena. Seguimos con nuestro paseo y nos topamos con Sky Garden:  un espacio de aventura entre la frondosa vegetación del parque. No sabíamos muy bien de qué se trataba, pero ahora que nos lo han recomendado nos lo reservamos para la siguiente visita.

Continuamos el tour por las dos orillas del río Mondego, parándonos a ver los patitos, las barcas y los piragüistas que pasaban por allí. Había muchísima gente practicando deporte y familias con los pequeños paseando o jugando. De ahí nos dirigimos a "Portugal dos Pequenitos", un parque temático hecho a escala de los monumentos y construcciones típicas del país, así como pabellones de las colonias que tienen alrededor del mundo. Es muy divertido porque puedes meterte dentro de las casitas y asomarte por las ventanas y balcones.




Ese día comimos en un pequeño restaurante, del cual nos enamoramos, por el trato que recibimos, por la elaboración de los platos y su calidad. Entramos a un pequeño saloncito con las mesas ya preparadas, mantel de tela, copas, flores y una vela en cada mesa. Llegó la camarera y nos explicó con una voz muy suave en qué consistía el menú y el precio. Era un menú cerrado, sólo con opción de elegir el plato principal entre carne o pescado. Antes de que nos sirvieran el primer plato pedimos un refresco pero únicamente nos dejaron beber agua por recomendación del chef, ya que la cerveza o el vino adulteraría el sabor de la sopa. Increíble pero cierto. Lo siguiente que nos sorprendió fue el modo de servir. Para los primeros platos salía la camarera con una sopera o la ensaladera e iba sirviendo por el orden de llegada, así que más o menos comíamos todos a la vez. Durante el primer plato salió el chef a saludar a los comensales conocidos y a presentarse a los nuevos. Un señor muy agradable y simpático. Después de la sopa y la ensalada nos sirvieron un pan casero recién horneado con trozos de zanahoria por dentro, acompañado por un poco de queso tierno y un chorrito de aceite de oliva. Delicioso. Para el plato principal elegimos uno de cada y así lo probamos todo. Aún recuerdo el sabor escabechado de la merluza con base de arroz, mmm...qué rico. El de carne también estaba delicioso, acompañado de setas y arroz. Para beber, después de la sopa, optamos por el vino blanco de la casa. El menú parecía de boda, por la presentación y las pautas entre los platos, una delicia. Para finalizar nos sirvieron unos vasitos de mousse de chocolate con pepitas de sal gorda. Un sabor indescriptible, buenísimo. Nos quedamos más que satisfechos. Comimos de lujo a un precio de lujo, 8€ por persona.

¡A ver cuando podemos volver!

1 comentario:

  1. Hola! gracias por la entrada! muy interesante! la semana que viene estaré en Coimbra. ¿Sabes como se llama el restaurante en el que comisteis? tiene muy buena pinta! Gracias! :) julian_rodriguez_castro@yahoo.es

    ResponderEliminar